lunes, 20 de noviembre de 2017

TALENTOS


La parábola de los talentos se nos presenta difícil para una interpretación ajustada a la intención original de Jesús de Nazaret. Sin embargo se presta a multitud de glosas, por lo sugerente y lo vital de lo planteado en la parábola.
En traducciones bíblicas sin marcado interés pastoral se encuentra la expresión del “dueño” con el sirviente menos capacitado increpándole: “cobarde y negligente”. Esta traducción es más acorde con el miedo que manifiesta el criado ante la encomienda de su señor.
Leyendo a Etty Hillesum en notas de su diario, es bastante inmediato asociar lo expresado por ella con esta parábola. El miedo manifestado por el siervo corresponde con el miedo que -ella refiere- tenemos a “desgastarnos” (no tanto a fallar o a incapacidad, propio de un estrato psicológico). Y este miedo radica en no haber encontrado la fuente personal (a la que ella llama “Dios”) y atribuye, como consecuencia, una vida desarreglada, incompleta por ser infiel a sí mismo y a la fuente, que es Dios.
Vivir consiste, ni más ni menos, en ese quehacer que nos posibilita ser auténticamente nosotros mismos. Por eso, dice E. Hillesum, “no podemos vivir insuficientemente”. “Nos rodean abismos, hoyos que se tragan todos nuestros talentos (como agujeros negros) radicados en nuestro propio ser y que nos quitan la vida y la alegría de vivir”. E. Hillesum Diario 1941-1943. Milán.
« Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Mt 16, 24-25

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