La
parábola de los talentos se nos presenta difícil para una
interpretación ajustada a la intención original de Jesús de
Nazaret. Sin embargo se presta a multitud de glosas, por lo sugerente
y lo vital de lo planteado en la parábola.
En
traducciones bíblicas sin marcado interés pastoral se encuentra la
expresión del “dueño” con el sirviente menos capacitado
increpándole: “cobarde y negligente”. Esta traducción es más
acorde con el miedo que manifiesta el criado ante la encomienda de su
señor.
Leyendo
a Etty Hillesum en notas de su diario, es bastante inmediato asociar
lo expresado por ella con esta parábola. El miedo manifestado por el
siervo corresponde con el miedo que -ella refiere- tenemos a
“desgastarnos” (no tanto a fallar o a incapacidad, propio de un
estrato psicológico). Y este miedo radica en no haber encontrado la
fuente personal (a la que ella llama “Dios”) y atribuye, como
consecuencia, una vida desarreglada, incompleta por ser infiel a sí
mismo y a la fuente, que es Dios.
Vivir
consiste, ni más ni menos, en ese quehacer que nos posibilita ser
auténticamente nosotros mismos. Por eso, dice E. Hillesum, “no
podemos vivir insuficientemente”. “Nos rodean abismos, hoyos que
se tragan todos nuestros talentos (como agujeros negros) radicados en
nuestro propio ser y que nos quitan la vida y la alegría de vivir”.
E. Hillesum Diario 1941-1943. Milán.
«
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz y sígame. Porque quien quiera salvar
su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la
encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo
entero, si arruina
su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Mt 16,
24-25
No hay comentarios:
Publicar un comentario