Por eso, todos los que vieron según la humanidad al Señor Jesús y no lo vieron ni creyeron, según el espíritu y la divinidad, que él era el verdadero Hijo de Dios, quedaron condenados; del mismo modo ahora, todos los que ven el sacramento que se consagra por las palabras del Señor sobre el altar por las manos del sacerdote en forma de pan y de vino, y no ven ni creen, según el espíritu y la divinidad, que es verdaderamente el santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, están condenados, como atestigua el Altísimo mismo, que dice: Esto es mi cuerpo y la sangre de mi Nuevo Testamento, que será derramada por muchos (Mc 14,22.24); y: Quien come mi came y bebe mi sangre tiene vida eterna (cf. Jn 6,55) San Francisco de Asís. Admonición 1ª
Materiales didácticos y consultas espirituales para vivir el Evangelio de Jesucristo siguiendo a san Francisco de Asís
jueves, 24 de marzo de 2016
MEMORIAL EUCARÍSTICO
Dias de gracia y de espacios abiertos al misterio. El doble misterio divino y humano. El misterio que hermana a los hombres con Dios.
martes, 15 de marzo de 2016
CULTURA DEL ODIO
No es un fenómeno
nuevo, tiene la antigüedad de la humanidad y forma parte de los
arquetipos del imaginario humano.
Algo que se observa es que, normalmente, el trabajo del odio de
recomer y carcomer la personalidad de un idividuo se hacía de forma
inconsciente. Ahora se observa en determinados individúos y lo que
es más nuevo, en grupos sociales, un verdadero cultivo del odio.
Gente que se esfuerza por activar memorias, restregar voluntades y
avivar rescoldos ya apagados. Celebrar el odio, la sangre, la
venganza... Y no precisamente buscando catarsis atávicas. ¡Todo por
un interés! (Ludwig Feuerbach hablaba de las
proyecciones de las impotencias humanas. Es seguro que su teoría y
método daría unos resultados muy diferentes a sus conclusiones
sobre la religión. ¿O, será una nueva religión la que esta
surgiendo? Un poco triste)
Criminalizar al que no
piensa como yo, absolutizar los juicios utilizando todos los medios
posibles. Cainismo puro y duro, pero bañado en cinismo.
Todo vale contra la
persona que me estorba, que me impide llegar, que me molesta o,
simplemente, que me cae mal o que no me gusta su peinado...
¿La Verdad? ¡Qué
ironía!Yo/nosotros soy/somos la verdad.
¿La cultura? Yo y los
míos somos “la cultura”.
¿La Historia? ¿A
quién le importa? Yo sé contar mis batallitas y basta.
¿Prometeo y Sísifo?
¿Tus muertos?
¿Tiempo? Cuando yo lo
diga
El insensato se hará
cuerdo
cuando un pollino de onagro nazca hombre.
Job 5,12
Un oráculo para el
impío es el pecado
en el fondo de su corazón;
temor de Dios no
existe
delante de sus ojos.
Con ojo harto lisonjero
se mira,
para encontrar y detestar su culpa;
las palabras de su
boca, iniquidad y engaño;
renunció a ser
sensato, a hacer el bien.
Sólo maquina
iniquidad
sobre su lecho;
en un camino que no es
bueno se obstina
y no reprueba el mal.
Sl 36
miércoles, 2 de marzo de 2016
MEDITACIÓN
Hay un gran consenso en la necesidad de cambio que tiene nuestra sociedad. Aparece en todos los lugares y situaciones, aunque no sabemos muy bien qué. Y nos falta mucho para saber como. Es bueno escuchar a personas clarividentes y nada interesadas como Madelein Delbrêl:
Todos
estamos predestinados al éxtasis, todos estamos llamados a salir de
nuestras pobres maquinaciones para resurgir hora tras hora en tu
plan(el plan de Dios). Nunca somos pobres rechazados, sino
bienaventurados llamados; llamados a saber lo que te gusta hacer,
llamados a saber lo que esperas en cada instante de nosotros:
personas que necesitas un poco, personas cuyos gestos echarías de
menos si nos negásemos a hacerlos. El ovillo de algodón para
zurcir, la carta que hay que escribir, el niño que es preciso
levantar, el marido que hay que alegrar, la puerta que hay que abrir,
el teléfono que hay que descolgar, el dolor de cabeza que hay que
soportar...: otros tantos trampolines para el éxtasis, otros tantos
puentes para pasar desde nuestra pobre y mala voluntad a la serena
rivera de tu deseo (M. Delbrél, La alegría de creer, Santander
1997, 135s).
El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Mt 10,39
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