El papa Francisco acaba de publicar un nuevo
documento sobre la ecología. En realidad es más sobre los problemas
del ecosistema humano globalizado. Aunque sea llover sobre mojado, la
autoridad que representa, tal vez, pueda despertar algunas
inquietudes en seres particularmente dormidos; pero mucho me temo
(que Dios y el papa Francisco me perdonen si es un nuevo juicio
temerario por mi parte) que formará parte de eso que acertadamente
él llama en la encíclica “contaminación mental” (y,
espiritual!).
Me gustaría que en esa referencia a san Francisco
de Asís, se atreva a dirigirse directamente a “las autoridades de
los pueblos”, con poder real sobre el desarrollo de los
diferentes problemas. Y que lo haga con sus nombres y filiación.
Pero no solamente un llamado a la conciencia de las personas que
ocupan cargos de responsabilidad civil, sino también abrir los
cauces legales de participación, que muchas democracias permiten,
incluso cuando los partidos políticos se vuelven pesebreros y
apoyadores de los intereses transnacionales.
Los líderes sociales potenciales están siendo
sistemáticamente subvertidos y “convencidos” y hasta reciclados (o eliminados)
politicamente de forma que se vuelven inofensivos e inocuos. Las
posibilidades reales de que surjan líderes globales comprometidos
con la gente decrecen cada segundo. Y si algo es seguro es que es un
juego contra el tiempo, aunque no sepamos cuanto. ¿Pesimismo insano?
No sé qué pensaría de todo esto san Francisco,
el poverello, pero seguro que terminaba confiando en la Madre
Naturaleza, en esa Sabiduría oculta, escondida y misteriosa para la
mente humana, que haga surgir, como el ave fénix de sus cenizas, una
Nueva Humanidad, algo recogido en los mitos del Diluvio y que forman
(o formaban) parte del subconsciente colectivo de los escritores de
la Biblia. No es nueva la amenaza: “No hay nada nuevo bajo el sol”
que diría Qohelet.
¡Loado seas mi Señor por nuestra hermana la
Madre Tierra! ¡Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor: sol y
luna, fuego y heladas, tierra y nubes, árboles y flores, nublado y
sereno, frío y calor, viento huracanado que cumple sus órdenes!
¡Bendiga la tierra al Señor, ensalcelo con himnos por los siglos!
Amén. Amén. Hágase. Hágase.