jueves, 29 de mayo de 2014

SI ME AMÁSEIS...


El Evangelio de Juan (Jn.14, 28) utiliza el condicional impregnado de una delicadeza y una sugestión amorosas. Nada parecido con esa misiva que, supuestamente “26 mujeres” han escrito al papa Francisco.
En esta sociedad líquida donde el “amor” se reduce a la “relación” y la mayor parte de las veces al “contacto”, no se puede entender a Ulises en su lucha con las sirenas, pero mucho menos a Penélope o a la diosa Circe a las que motejarían hasta volverlas de mil colores. (hasta el mismo Homero se removería en su tumba) Y es que, además, vivimos en medio de una galerna de sexismo aventada y sostenida, dicen los expertos, por los mismos “lobbys”, que, coordinados o no, empujan el carro del sexismo con una militancia pertinaz.

El sentido más fuerte y el único que puede tener legitimidad en estos predios de sospecha sostenida, es para los consagrados al Reino de Dios (clérigos, religios@s o laic@s) ser TESTIGOS DEL ABSOLUTO, testigos de su AMOR INCONDICIONAL , y eso sí: reconociendo que estamos revestidos con el barro de nuestra fragilidad. “Pútridos y hediondos” que diría san Francisco de Asís, como limo de lóbrego pantano sin luz y sin agua viva.


Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.

lunes, 19 de mayo de 2014

SER CONOCIDO


Conocer y ser conocido son experiencias que han caído en deshuso en esta sociedad líquida en la que viviimos. Hoy la gente aspira a los contactos. Sobre todo tener contactos y que le tengan a uno como contacto. Tener accesible la posiblidad de contactar. 
Profundizar y permanecer se han vuelto aspiraciones impertinentes y hasta un poco -bastante- sospechosas. Y por eso las relaciones se mantienen en el mismo nivel periférico y epidérmico.
El evangelio de Juan, con la figura del Buen Pastor nos introduce en una dinámica espiritual novedosa: conocer y ser conocido. Jesús nos conoce y por eso podemos conocerle y reconocerle entre tantos sucedáneos que nos invaden por doquier. Su voz resuena nítida entre tanto rumor y canto de sirena.
Sólo con intentar buscar una similitud entre lo que supone ser conocido de alguien importante y ser conocido por el mismo Dios, nace un vértigo.profundo en nuestro interior que nos descoloca y nos interpela. Nos coloca ante ámbitos sin cotas ni trabas, horizontes sin límite y sin tiempo. Antípodas de las imágenes de adolescentes desmayándose ante sus ídolos, que tanto impactan en las retinas de los curiosos.
Y es que el sentido bíblico de “conocer” pasa por la experiencia de todos los sentidos vivos empleados en esa relación.llevada a su punto máximo. Esto es encontrarse con alguien y propiciar una relación personal. Es puerta y camino, como Jesús que nos invita a algo inaudito e insuperable: ser habitados por Dios..
Conocer tal y como nos conoce Dios supone adquirir el verdadero conocimiento de nosotros mismos y de nuestra auténica potencialidad.


Llamados, juntamente con todos los hombres de buena voluntad, a construir un mundo más fraterno y evangélico para edificar el Reino de Dios, conscientes de que "quien sigue a Cristo, Hombre perfecto, se hace a sí mismo más hombre", cumplan de modo competente sus propios deberes con espíritu cristiano de servicio (Regla OFS, 14) (LG. 31; GS., 93).
 

lunes, 12 de mayo de 2014

EL BUEN PASTOR


Una figura, la del Buen Pastor, que ya en tiempos de Jesús tuvo dificultades de comprensión y que sigue generando incomprensión y rechazo en muchas gentes. Y ocurre también que, entre los que la aceptan, no pocos manejan símbolos e idealizaciones poco convergentes con el verdadero significado.
Y es curioso que se produzca en una época en la que la alienación y el gregarismo, tan frecuentes, no tienen nada que ver con el pensamiento religioso.
El rechazo es, además bidireccional: tanto a la figura del pastor, como a la de la oveja. Ya en tiempos de Jesús la figura del pastor era controversial, debido a las malas prácticas. Pero no creo que fuera la causa más probable del rechazo. Causas más probables son la autoridad y la autorealización, detestada la primera y sacralizada la segunda.
Incluso hay filósofos de nueva hornada, como el premiado Mario Bunge (Buenos Aires, 1919), que se atreve a afirmar, amparado en datos estadísticos, que “la subordinación enferma”. Tal vez la afirmación la haga desde lo que él mismo denomina realismo ingenuo...
Lo que sí es claro es que esta dificultad con una figura intermedia como es la del Buen Pastor, se hace insalvable ante el título adquirido por Jesús de Nazaret, al ser resucitado, de SEÑOR (Kirios). Y esta condición es central y esencial al Kerigma desarrollado y transmitido por los primeros testigos.


 « Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado. » Hch. 2,36
« Sí, vengo pronto. » ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Ap. 22,20

 

lunes, 5 de mayo de 2014

¿QUÉ SALVACIÓN?


En este período pascual, con la resurrección de Cristo nos viene asociada la imagen de la salvación. Resugir, renacer representan significados vacíos que llevamos colgados como vulgares fetiches.
Para alguien que ha creado su imaginario de salvación en su niñez con la imagen del puente de diez ojos derrumbándose, resulta difícil recrear otro imaginario más acorde con la que propone el Cristo resucitado, sin un esfuerzo adiccional por eliminar las formaciones reactivas.
Es muy curioso comprobar que gentes no creyentes tienen imaginarios de salvación mucho más sociales -englobantes- que gentes que se identifican como católicas, que tiene sus imaginarios mucho más individuales y sectarios... y eso para los que han conseguido liberarse del pensamiento mágico, ¡que va ganando por goleada!
Sin entrar en otras profundidades escatológicas podemos afirmar, con el evangelio en la mano, que la Resurrección de Jesús le devolvió a la Vida del Padre. Por eso el apóstol Pablo insiste tanto en ser injertados, insertados, adheridos a esa Vida. Esa Vida que no pasa, sin límite, de plenitud, de gozo...
Y, parece, que ese injerto tiene que buscarse, prepararse y ejecutarse en medio de toda esta vorágine de preocupaciones, afanes, ilusiones, dolores y estigmas que nos envuelven y mediatizan en el hoy vital en el que somos y existimos.
Hay muchas salvaciones y modelos de salvación. La cristiana es única y verdadera.


Injertados en la resurrección de Jesucristo, que da su verdadero sentido a la Hermana Muerte, tiendan con serenidad al encuentro definitivo con el Padre. (Regla OFS, 19c)