El Evangelio de Juan
(Jn.14, 28) utiliza el condicional impregnado de una delicadeza y una
sugestión amorosas. Nada parecido con esa misiva que, supuestamente
“26 mujeres” han escrito al papa Francisco.
En esta sociedad
líquida donde el “amor” se reduce a la “relación” y la
mayor parte de las veces al “contacto”, no se puede entender a
Ulises en su lucha con las sirenas, pero mucho menos a Penélope o a
la diosa Circe a las que motejarían hasta volverlas de mil colores.
(hasta el mismo Homero se removería en su tumba) Y es que, además,
vivimos en medio de una galerna de sexismo aventada y sostenida,
dicen los expertos, por los mismos “lobbys”, que, coordinados o
no, empujan el carro del sexismo con una militancia pertinaz.
El sentido más fuerte
y el único que puede tener legitimidad en estos predios de sospecha
sostenida, es para los consagrados al Reino de Dios (clérigos,
religios@s o laic@s) ser TESTIGOS DEL ABSOLUTO, testigos de su AMOR
INCONDICIONAL , y eso sí: reconociendo que estamos revestidos con el
barro de nuestra fragilidad. “Pútridos y hediondos” que diría
san Francisco de Asís, como limo de lóbrego pantano sin luz y sin agua viva.
Si me amarais, os
alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande
que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando
suceda creáis.