domingo, 24 de noviembre de 2013

CRISTO REY (Lc 23, 32-43)


Hoy, como ciclo C, la titurgia nos ofrece la representación de la coronación real de Jesús Nazareno. No sabemos si Lucas asistió a una de las coronaciones a las que eran tan aficionados los reyes (y no lo son más hoy en día, porque no les dejan) ó, incluso, la del mismo César.
¿Qué rey que busca la aprobación de sus subditos, no empieza con una medida de gracia? -“perdónales, porque no saben lo que hacen
Hay que ser generoso con los soldados que sirven, repartiendo presentes para todos ellos… “Se repartieron su ropa echándola a suerte”.
El pueblo, lejos, mirando
Los jefes y autoridades se deshacen en elogios, los vates recitan sus versos…”los jefes se burlaban de él”… hasta los soldados se atrevían a burlarse de él.
Grandes carteles anunciadores de los títulos que recibe… “Encima de él, había una inscripción: Este es el rey de los judíos”
Los testigos validantes del momento de la coronación son los más cercanos al rey, de igual rango y nobleza… “junto a él, dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda
Para el momento clave de la coronación se buscaba alguien de máximo rango y autoridad (El papa, o algún otro rey o emperandor de gran reconocimiento para los participantes)y es el encargado de pronunciar la fórmula entronizadora… “Jesús, cuando llegues a tu reino, acuérdate de mí” (el otro, lo insultaba)
Y, coronado, anuncia su primera disposición real… “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”
Lucas remata la escena diciendo que, al mediodía, el sol se oscurece y el telón () se rasga…
Podemos repetir con Teresa de Ávila: “no me extraña que tengas tan pocos amigos”

¡VENGA A NOSOTROS TU REINO, SEÑOR!

domingo, 17 de noviembre de 2013

ISABEL DE HUNGRÍA


Hoy, por ser domingo, la celebración litúrgica pospone la celebración particular, pero no así en el corazón de los franciscanos.
Celebrar es, sobre todo, conmemorar. Recordar juntos una persona y su vida, pero, sobre todo a una persona viviente en Cristo. Recrear y revivir una historia, unos deseos y una decisión, para permanecer en la fidelidad, diariamente renovada.
Algo muy distinto de esas celebraciones epidérmicas que, casi siempre terminan con los sentidos sedados por tanto narcótico.

En el tiempo de Isabel, la Regla se correspondía con el Memoriale propósiti y las cartas que Francisco había escrito para todos los fieles (CtaF 1 y 2).
Su confesor y asistente espiritual, Conrado de Marbourgo, se las acomodó en estas normas:

  1. Sufrid con paciencia los desprecios en el seno de la pobreza
  2. dad a la humildad el primer lugar en vuestro corazón
  3. renunciad a los consuelos humanos y deleites de la carne
  4. sed en todo compasiva con el prójimo
  5. tened siempre la memoria de Dios en el fondo del corazón
  6. dad gracias a Dios de haberos redimido con su muerte del infierno y de la muerte eterna
  7. puesto que Dios sufrió tanto por vos, llevad también con paciencia la cruz
  8. consagraos a Dios toda entera, en cuerpo y alma
  9. acordáos a menudo que sois obra de las manos de Dios, y obrad, por consiguiente, de manera que estéis eternamente con él
  10. perdonad a vuestro prójimo todo cuanto deseais que él os perdone; haced por él cuanto deseáis que haga por vos
  11. pensad siempre en lo breve de la vida y que los jóvenes mueren también como los viejos; aspirad siempre a la vida eterna
  12. llorad de continuo vuestras culpas, y rogad a Dios que os las perdone.

lunes, 11 de noviembre de 2013

ESPERANZA PARA LO AMADO

Ahora que la "nube" se esta haciendo imprescindible, tenemos otra "nube" de escépticos que se hacen llamar "realistas informados" cuando en realidad no son sino fracasados sinceros con un corazón esclerotizado.


... el santo Prometeo se ha transformado en la figura de Sísifo, el cual conoce, sin duda, el camino, la lucha y la decisión, y también la paciencia del trabajo, pero carece de un horizonte de cumplimiento. Aquí el obediente siervo de Dios puede ser transformado en la figura del fracasado sincero. No hay ya ni esperanza ni Dios. Tan sólo resta aquel "pensar con lucidez y no esperar", y el amor y la solidaridad sincera con el hombre, como en Jesucristo. ¡Como si el pensamiento adquiriese lucidez sin la esperanza! ¡Como si hubiese amor sin esperanza para lo amado!
Ni en la presunción ni en la desesperación, sino sólo en la esperanza perseverante y cierta, reside la fuerza de la renovación de la vida. La presunción y la desesperación comen de esa esperanza y beben a cuenta de ella. "Pero el que no espera lo inesperado, no lo encontrará", dice una sentencia de Heráclito. “El uniforme del día es la paciencia, y la condecoración es la pobre estrella de la esperanza puesta sobre sus corazones” (I. Bachmann). J. Moltmann. Teología de la Esperanza. Sígueme.1977

Amad la justicia los que gobernáis la tierra,
tened rectos pensamientos sobre el Señor
y buscadlo con sencillez de corazón.
Porque se manifiesta a quienes no exigen pruebas,
se revela a quienes no desconfían. Sab 1, 1-2

viernes, 1 de noviembre de 2013

COMUNIÓN DE LOS SANTOS


Es uno de los artículos de la fe, aceptado en el siglo V, que en estos momentos está un poco postergado. Y, sin embargo, es un fecundo canal de VIDA, no sólo espiritual.
Dicen que la madurez arraiga en una persona cuando es capaz de síntesis de contrarios. Como pueden ser: vida-muerte, unidad-diversidad ó persona-comunidad, etc. Pero aceptar identificarse en el trasiego de afectos del Amor con el amado sólo es posible por la Gracia.
En el libro de los Hechos, Lucas manifiesta la comunión que tenían los primeros discípulos, con una expresión luminosa: tenían un sólo corazón y una sóla alma (Hch 4). Es esa utopía cristiana que llamamos Esperanza.
Hoy lo recordamos, nos alegramos y lo celebramos, juntamente con todos los santos y santas de Dios.

Santísimo PADRE NUESTRO: creador, redentor, consolador y salvador nuestro! QUE ESTÁS EN LOS CIELOS: en los ángeles y en los santos; iluminándolos para conocer, porque tú, Señor, eres la luz; inflamándolos para amar, porque tú, Señor, eres el amor; habitando en ellos y colmándolos para gozar, porque tú, Señor, eres el bien sumo, eterno, de quien todo bien procede, sin quien no hay bien alguno.