En estos días en los
que estamos celebrando el misterio de la Encarnación, aparece muy
sonora en la liturgia la fórmula testifical que utiliza la primera
carta de Juan:
“Lo que existía desde el principio, lo que hemos
oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y
tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, - pues la Vida
se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os
anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se
nos manifestó -lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para
que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros
estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
Os escribimos esto para
que nuestro gozo sea completo”.(1Jn1,1-4)
Y, sorprende porque nos
dice, claramente, que el gozo de la salvación, es incompleto. Pero,
a la vez es una llamada de atención (no solamente a los gnósticos,
que eran la amenaza de la comunidad joánea) sino para todos los que
se conforman con una salvación aséptica. Jesucristo no ha venido a
“salvarnos-de” sino a “salvarnos-para”. Y esto no es un
interés de Dios, ni algo que pueda ser de forzado cumplimiento…Es
el mayor regalo que nadie pueda recibir jamás.
Sacaréis agua con gozo
de los hontanares de salvación y diréis aquel día: « Dad gracias
a YHWH, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas,
pregonad que es sublime su nombre. Cantad a YHWH, porque ha hecho
algo sublime, que es digno de saberse en toda la tierra. Dad gritos
de gozo y de júbilo, moradores de Sión, que grande es en medio de
ti el Santo de Israel». (Is 12,3-6)