lunes, 31 de diciembre de 2012

EXPERIENCIA DE DIOS AMOR

Señor Dios mío, hazme digna de conocer el altísimo misterio de tu ardiente caridad, el misterio profundísimo de tu encarnación. Tú te has hecho carne por nosotros. Por esta carne comienza la vida de nuestra eternidad (...). ¡Oh amor que se da entero! Te has alienado a ti mismo, te has anulado a ti mismo para hacerme, has tomado los despojos de siervo vilísimo para darme a mí un manto real y un vestido divino (...).
¡Por esto que entiendo, que comprendo con todo mi ser -que tú has nacido en mí-, seas bendito, Señor! ¡Oh abismo de luz! Toda la luz está en mí, si veo esto, si comprendo esto, si sé esto: que tú has nacido en mí. En verdad entender esto es una cumbre: la cumbre de la alegría (...). ¡Oh Dios increado, hazme digna de profundizar en este abismo de amor, de mantener en mí el ardor de tu caridad. Hazme digna de comprender la inefable caridad que tú nos comunicaste cuando, por medio de la encarnación, nos manifestaste a Jesucristo como Hijo tuyo, cuando Jesús te nos reveló a ti como Padre. ¡Oh abismo de amor! El alma que te contempla se eleva admirablemente más allá de la tierra, se eleva más allá de sí misma y navega, pacificada, en el mar de la serenidad.  (Ángela de Foligno, franciscana seglar)

lunes, 24 de diciembre de 2012

¡FELIZ NAVIDAD!


Mis mejores deseos para celebrar este misterio con gozo y juntamente con ese mismo Espíritu que gratuitamente se  nos ofrece.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

ESPERANZA CIERTA

El calificativo con que Francisco hace acompañar a la Esperanza, dibuja una sonrisa en el rostro de los escépticos e induce un bostezo en los crédulos.

Y es que una esperanza activa no se puede sostener sin la Fe recta que el poverello hace preceder, fundamentándola.

Y la esperanza sólo tiene sentido en el ejercicio del amor: llevando la Esperanza en las entrañas y pariéndola -con las obras del amor-  la hacemos posible, verificable y alcanzable a los demás.

Y sobre todos aquellos y aquellas que cumplan estas cosas y perseveren hasta el fin, se posará el Espíritu del Señor  (Is 11,2) y hará en ellos habitación y morada (cf. Jn 14,23). Y serán hijos del Padre celestial (Cf. Mt 5,45), cuyas obras realizan. Y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo(Mt 12,50). Somos esposos cuando el alma fiel se une, por el Espíritu Santo, a Jesucristo. Y hermanos somos cuando cumplimos la voluntad del Padre, que está en el cielo (cf. Mt 12,50); madres, cuando lo llevamos en el corazón y en nuestro cuerpo (cf. ICor 6,20) por el amor y por una conciencia pura y sincera; lo damos a luz por las obras santas, que deben ser luz para ejemplo de otros (cf. Mt 5,16). 2CtaF