lunes, 24 de septiembre de 2012

JUSTIFICACIÓN + RADICAL + EVANGELIO

Estando mentalmente escribiendo unos apuntes sobre la JUSTIFICACIÓN vine a caer en la charla de un profesor universitario ejerciendo de predicador a la antigua. De su tintero llegaron, como salpicadas, a mi borrador dos nuevas palabras: RADICAL y EVANGELIO.
Me ocurrió, que estando siguiendo su discurso sobre la radicalidad evangélica, en un momento del discurso, descubrí que mi anuencia radicaba en la significación distinta que yo le daba a esas dos palabras. Pero ya las tres palabras habían quedado encadenadas en mi mente. Las tres de hondo raigambre espiritual, bíblico y evangélico.
Muchas veces el telon de fondo (background) es determinante en cuestiones semánticas. En este caso se trataba de la santidad o, como le hacemos decir a Francisco de Asis en lenguaje moderno: "perfección de la caridad cristiana". Resulta que, justo en ese momento, vino a mi mente el recuerdo de una poesía de Gabriela Mistral (la versión es de la LH):

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.


¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?


¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?


Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.


Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.


¡Pues, eso!

miércoles, 5 de septiembre de 2012

LA CRUZ Y LA ROSA

 Una de las tentaciones mayores de los cristianos es el "adorno" de la cruz que lleva implícito ocultar la vergüenza, el deshonor y la humillación que conlleva. La otra tentación es querer ocultar al que colgó en ella, sin el cuál nada vale.

Actualizar la cruz en nuestra cultura, significa practicar la liberación experimentada respecto del miedo por sí mismo; significa no acomodarse a esta sociedad, a sus ídolos y tabúes, a sus hostilidades y fetiches, sino, en nombre de aquel a quien la religión, la sociedad y el estado sacrificaron en otro tiempo, solidarizarse hoy con las víctimas de la religión, la sociedad y ei estado del modo como aquel Crucificado se hizo su hermano y su libertador.
El ambiente religioso y humanístico del cristianismo despreció la cruz desde el principio, porque este Cristo deshumanizado contradecía a todos los conceptos de Dios, del hombre y del hombre divino. Pero esa dureza de la cruz tampoco se mantuvo en el cristianismo histórico del recuerdo creyente y de la actualización eclesiástica. Cierto que hubo épocas de persecución y de reforma, en las que el Crucificado se experimentó en cierto sentido presente de manera inmediata. Es verdad que en el cristianismo histórico existió también la «religión de los oprimidos» (laternari), que se sabían en espontánea, comunión de destino con aquel pobre Cristo. Pero cuanto más y en la medida en que la iglesia del Crucificado se hizo religión dominante de la sociedad, dedicándose a saciar las ansias personales y públicas en esta sociedad, tanto más y en mayor medida se distanció de la cruz, embelleciéndola con esperanzas e ideas de salvación. 

J.Moltmann. El Cristo crucificado. Salamanca.1975 pgs 63-64